Happy Solemnity of Corpus Christi! So what does the Church teach about the Most Holy Eucharist?
For nearly 2000 years, the Catholic Church has taught that Jesus Christ is really and truly present in the Blessed Eucharist. Under the appearance of bread and wine, Christ is completely present in His Body and Blood as well as His Soul and Divinity.
All the outward appearances and sensible qualities of the bread and wine remain. This transformation of substance is called transubstantiation. The substance of the bread and wine is changed into the substance of Christ’s living body and blood. The bread and wine are gone, replaced by the real presence of Christ, while only their appearances remain.
Jesus is present wholly and entirely in each of the Eucharistic elements (or species) as well as in each of its parts. The smallest sliver of the consecrated host or the tiniest drop from the chalice contains the whole Christ. We can receive Jesus under the form of the consecrated host alone, under the form of the consecrated blood alone, or both together. In each case, we receive the same perfect sacrament, the same Jesus into our souls.
Because Jesus is truly present, we adore the Blessed Eucharist as God. That’s why we genuflect (or bow deeply) before the tabernacle. That’s why the Church reserves the consecrated hosts with such care. that’s why the Church carries the consecrated hosts in processions and exposes them for solemn adoration in the monstrance.
Christ’s presence in the Most Holy Eucharist begins at the moment of consecration and lasts as long as the appearance of bread and wine remain. When a consecrated host is digested or dissolved and no longer has the qualities of bread, it is no longer Jesus. In the Catechism of the Catholic Church, paragraph 1377, we read: “The Eucharistic presence of Christ begins at the moment of the consecration and endures as long as the Eucharistic species subsists.” When we receive Holy Communion, Jesus remains in our bodies for about 15 minutes. We should adore Him within us as long as He is sacramentally present. For a short time, we are living tabernacles of the all-holy God.
Because the Holy Holy Eucharist is our God and Savior Jesus Christ, we dare not receive Him in the state of mortal sin. To receive Jesus worthily, we must be in the state of grace. If we have committed a mortal sin, we cannot receive Holy Communion without first receiving absolution in the sacrament of confession.
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¡Feliz solemnidad del Corpus Christi! ¿qué es lo que nos enseña la Iglesia sobre la Santísima Eucaristía?
La Iglesia Católica durante casi 2000 años, ha enseñado que Jesucristo está realmente presente en la Santísima Eucaristía. Bajo la apariencia del pan y el vino, Cristo está completamente presente en su cuerpo y sangre, así como en su alma y divinidad.
Todas las apariencias externas y las cualidades sensibles del pan y el vino permanecen. Esta transformación de la sustancia se llama transubstanciación. La sustancia del pan y el vino se transforman en la sustancia del cuerpo y la sangre vivos de Cristo. El pan y el vino se han ido, solo quedan sus apariencias y son reemplazados por la presencia real de Cristo.
Jesús está presente total y completamente en cada uno de los elementos (o especies) eucarísticos, así como en cada una de sus partes. El trozo más pequeño de la hostia consagrada o la gota más pequeña del cáliz contienen a Cristo. Podemos recibir a Jesús bajo la sola forma de hostia consagrada, bajo la sola forma de la sangre consagrada, o ambos juntos. En cada caso, recibimos el mismo sacramento perfecto, el mismo Jesús en nuestras almas.
Como Jesús está realmente presente, adoramos a la Santísima Eucaristía como Dios. Es por eso que hacemos una genuflexión (o nos inclinamos profundamente) ante el tabernáculo. Por eso la Iglesia reserva a las hostias consagradas con tanto cuidado. Por eso la Iglesia lleva a las hostias consagradas en procesiones y las expone a la adoración solemne en la custodia.
La presencia de Cristo en la Santísima Eucaristía comienza en el momento de la consagración y dura mientras permanezca la aparición del pan y el vino. Cuando una hostia consagrada es digerida o disuelta ya no tiene las cualidades del pan, ya no es Jesús. En el Catecismo de la Iglesia Católica, párrafo 1377, leemos: “La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y perdura mientras subsista la especie eucarística”. Cuando recibimos la Sagrada Comunión, Jesús permanece en nuestros cuerpos durante unos 15 minutos. Deberíamos adorarlo dentro de nosotros mientras esté sacramentalmente presente. Por un corto tiempo, somos tabernáculos vivientes del Dios santo.
Debido a que la Sagrada Eucaristía es nuestro Dios y Salvador Jesucristo, no nos atrevemos a recibirlo en el estado de pecado mortal. Para recibir a Jesús dignamente, debemos estar en estado de gracia. Si hemos cometido un pecado mortal, no podemos recibir la Sagrada Comunión sin primero recibir la absolución en el sacramento de la confesión.
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