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Eighteenth Sunday in Ordinary Time





Our Sunday Gospels, for the rest of the summer, will be taken from the continuous reading of the Gospel of St. John, chapter 6. Last week we focused on the miracle of the multiplication of the loaves and fish. This week we will focus on how Our Lord helps them begin to see why He performed this immense miracle in the first place.

He starts by calling them out on their intention of coming back to see Him because the wanted another miraculous meal. Jesus said: “Amen, I tell you, you are looking for me, not because you saw signs, but because you ate your fill of the loaves.” They came because of their material hunger and saw Jesus as a means to address their material needs, which is not evil in itself. What he is calling them out for was the fact that they had stopped there, that all they were concerned about were their material needs. Just as with all the healing miracles, however, Jesus, in the multiplication of the loaves and the fish, was doing a sign to help them to come to ask him for something far more than loaves and fish.

Jesus tells them and tells us, “Do not work for the food that perishes, but for the food that endures for eternal life, which the Son of Man will give you.” This “food that endures for eternal life” has been taken to mean a few different things:

Knowing God’s word — In the battles to which Jesus was exposed in the desert, Jesus was asked by the devil to turn stone into bread to feed his incredible hunger after having fasted for 40 days and 40 nights. Jesus re- sponded by saying, “Man does not live on bread alone, but on every word that comes from the mouth of God.” To work for this food means to strive to know, understand, treasure and put into practice all the words that come from God’s mouth to feed us. This leads directly to the second common interpretation.

Doing God’s will — Jesus says elsewhere in the Gospel, “My food is to do the will of the one who sent me and to accomplish his work.” To work for the food that endures for eternal life is to strive to do God’s will. That’s why it’s not surprising that later in this Bread of Life Discourse at the Capernaum synagogue, Jesus will say, “For I have come down from heaven, not to do my own will, but the will of him who sent me; and this is the will of him who sent me, that I should lose nothing of all that he has given me, but raise it up at the last day.”




The Blessed Eucharist — This is the food prophesied by the OT daily miracle of the manna. Just as God rained down manna each day to feed the people of God as they wandered in the desert before coming to the prom- ised land, so God the Father rains down Jesus, the Liv- ing Bread come down from heaven, each day as our spiritual food in the Blessed Eucharist.

All three of these interpretations, of course, go together in the celebration of the Mass. We begin with God’s word, we unite ourselves with God’s will and “do this in memory of [him]” and then have the awesome privilege of receiving the Word made Flesh, God’s daily spiritual manna, in the Eucharist. Becoming one body with Christ in the Eucharist is meant to help us become one with his will and accomplish it in the world, as we, united with Christ our head, become his hands, his feet, his heart in the world.

Like those in Capernaum that day, let us pray to the Lord every day: “Lord, give us this bread always!” “Give us yourself always!” Amen.

May God Bless you,

Fr. Michael

Nuestros Evangelios Domincales, serán tomados por el resto del verano, de la lectura continua del Evangelio del capítulo 6 de San Juan. La semana pasada nos enfocamos en el milagro de la multiplicación de los panes y peces. Esta semana, en primer lugar, nos enfocaremos en cómo Nuestro Señor los ayuda a comenzar a ver por qué Él realizó este milagro inmenso.

Él comienza llamándolo sobre su intención de volver a verlo porque quería otra comida milagrosa. Jesús digo: “Amén, te digo que me estás buscando, no porque veas señales, sino porque comiste los panes a saciedad.” Vinieron a causa de su hambre material y vieron a Jesús como un medio para abordar sus necesidades materiales, que no es malo en si mismo. Lo que él está pidiendo fue el hecho de que se habían detenido allí, de que lo único que les preocupada eran sus necesidades materiales. Así como con todos los milagros de curación, y en la multiplicación de los panes y los peces, Jesús estaba enviando una señal para ayudarlos a venir a pedirle algo mucho más que panes y pescado.

Jesús les dice y nos dice: “No trabajes por la comida que perece, sino por la comida que dura para la vida eterna, que el Hijo del Hombre te dará.” Este “alimento que perdura para la vida eterna” significa algunas cosas diferentes:

  1. Conocer la Palabra de Dios — En las batallas a las que Jesús estuvo expuesto en el desierto, el diablo le pidió a Jesús que convirtiera la piedra en pan para alimentar su increíble hambre después de haber ayunado durante 40 días y 40 noches. Jesús respondió diciendo: “El hombre no sólo vive de pan, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios.” Trabajar por esta comida significa esforzarse por conocer, comprender, atesorar y poner en práctica todas las palabras que vienen de la boca de Dios para alimentarnos. Esto lleva directamente a la segunda interpretación común.

  2. Hacer la voluntad de Dios — Jesús dece en otra parte del Evangelio: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y cumplir su obra.” Trabajar por la comida que perdura para la vida eterna es luchar por hacer la obra de Dios. Por eso no es sorprendente que más adelante en este Discurso del Pan de Vida en la sinagoga de Cafarnaún, Jesús diga: “porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió; y esta es la voluntad del que me envió, que no pierda nada de todo lo que me ha dado, sino que lo eleve en el último día.”

  3. La Eucaristía Bendita — Ésta es la comida profetizada por el milagro del maná diario del Antiguo Testamento. Así como Dios hizo caer del cielo maná todos los días para alimentar al pueblo de Dios mientras vagabundeaban en el desierto antes de llegar a la tierra prometida, Dios Padre dió a Jesús, el Pan Viviente que descendió del cielo, cada día como nuestro alimento espiritual en la Santísima Eucaristía.

Estas tres interpretaciones, por supuesto, van juntas en la celebración de la Misa. Comenzamos con la palabra de Dios, nos unimos a la voluntad de Dios y “hacemos esto en memoria de [él]” y luego tenemos el asombroso privilegio de recibir la Palabra hecha Carne, el maná espiritual diario de Dios, en la Eucaristía. Convertirse en un solo cuerpo con Cristo en la Eucaristía tiene el propósito de ayudarnos a ser uno con su voluntad y lograrlo en el mundo, mientras nosotros, unidos con Cristo, nuestra cabeza, nos convertimos en sus manos, sus pies, su corazón en el mundo.

Como aquellos en Cafarnaún ese día, recemos al Señor todos los días: “¡Señor, dános este pan siempre!” “¡Dános tú mismo siempre!” Amén.

Que Dios los bendiga,

Padre Miguel

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