Today’s celebration of the baptism of the Lord Jesus culminates the celebration of the Christmas season. It symbolically finishes Jesus’ three decades of hidden life as God the Father announces at the Jordan what was concealed from the beginning from almost everyone except from the Blessed Virgin Mary and St. Joseph, a few shepherds, the wise men, Simeon and Anna and a handful of others: that Jesus is God’s own beloved Son in whom he is well pleased.
The celebration of Jesus’ baptism culminates the Christmas season in another way as well, because it points to our baptism, which is the means by which we enter into the saving work Jesus was born into our world to accomplish. One of the Hymns we sung recently: Hark! The Herald Angels Sing, speaks to us about our baptism, our second birth: “Mild He lays His glory by, born that man no more may die, born to raise the sons of earth, born to give them second birth.”
John’s baptism indicated our and others’ need for spiritual cleansing, for the forgiveness of sin, for the triumph over the death to which sins lead us, but John’s baptism couldn’t actually take those sins away or deliver those goods. This is the truth to which John the Baptist pointed to in today’s Gospel when he contrasted his baptism with the one Jesus and the Church Jesus founded would carry out: “I am baptizing you with water,” John said, “but one mightier than I is coming. … He will baptize you with the Holy Spirit and fire.” When Jesus entered the water to be baptized, he sanctified the water so that the sign of washing could actually bring about the interior purification it signified.
But the baptism Jesus would inaugurate would do far more than that. It would enable the sons of earth to be raised and to be born anew. As we see in today’s Gospel, when Jesus was baptized, three things happened. First, heaven was opened. Second, The Holy Spirit descended upon Jesus. Third, a voice came from heaven saying, “You are my beloved Son; with whom I am well pleased.” And these three things all happen in the baptism Jesus and the Church with him would do, the sacramental baptism we ourselves received. First, heaven is opened; we’re not just purified of sin but made heirs of heaven and eternal life. Second, the Holy Spirit comes down upon us to dwell within us and make us his temple. The cleansing that happens in Baptism is precisely to make us an abode of God, so that he might dwell in us and us in him, not just here in this world but forever. And third, God the Father turns toward us, incorporated through baptism into his Son, and says, “This is my beloved Son, this is my much loved daughter, in whom I am well-pleased.” In Baptism, full as we are with Jesus the Living Water and the Holy Spirit the purifying fire, we are filled with the love of God the Father and made fit to always please him from now on.
Today as we celebrate Jesus’ baptism and remember our own incorporation into Jesus’ baptism, life, death and resurrection, we thank the Lord for the mercy he showed us in saving us through the bath of rebirth and renewal by the Holy Spirit, and we ask him for the grace to trust in his mercy more, and let it become the foundation of our life. In the Name of the Father… Amen.
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Con la celebración del Bautismo del Señor Jesús del día de hoy, culmina la celebración de la temporada navideña. También termina simbólicamente las tres décadas de vida oculta de Jesús, cuando Dios Padre anuncia en el Jordán lo que se ocultó a casi todos desde el principio, excepto a la Santísima Virgen María y San José, algunos pastores, los reyes magos, Simeón, Ana y a un puñado de otros: que Jesús es el Hijo amado de Dios en quien se complace.
La celebración del Bautismo de Jesús culmina la temporada de Navidad de otra manera también, porque apunta a nuestro Bautismo, que es el medio por el cuál entramos en la obra de salvación ya que Jesús nació en nuestro mundo para llevarla a cabo. Uno de los himnos que cantamos recientemente: ¡Escuchen! Los ángeles heraldos cantan, nos hablan acerca de nuestro Bautismo, nuestro segundo nacimiento: “Él deja su gloria, nació para que el hombre no muera más, nació para criar a los hijos de la tierra, nació para darles un segundo nacimiento”.
El Bautismo de Juan indicaba nuestra necesidad y la de otros de una limpieza espiritual, el perdón del pecado, el triunfo sobre la muerte a la que nos conducen los pecados, pero el Bautismo de Juan no podía quitar esos pecados ni entregar esos bienes. Esta es la verdad que Juan el Bautista señaló en el evangelio de hoy cuando comparó su Bautismo con el que Jesús y la Iglesia que Jesús fundó llevaría a cabo: “Te estoy bautizando con agua”, dijo Juan, “pero uno más poderoso que yo”. está viniendo. … Él te bautizará con el Espíritu Santo y fuego. “Cuando Jesús entró en el agua para ser bautizado, santificó el agua para que la señal de lavado pudiera provocar la purificación interior que significaba.
Pero el Bautismo que Jesús inauguraría haría mucho más que eso. Permitiría a los hijos de la tierra ser resucitados y nacer de nuevo. Como vemos en el Evangelio de hoy, cuando Jesús fue bautizado, sucedieron tres cosas. Primero, el cielo se abrió. Segundo, el Espíritu Santo descendió sobre Jesús. Tercero, una voz vino del cielo diciendo: “Tú eres mi Hijo amado; del que estoy muy complacido “. Y estas tres cosas suceden en el bautismo que Jesús y la Iglesia harían con él, el Bautismo sacramental que recibimos nosotros mismos. Primero, el cielo se abre; no sólo estamos purificados del pecado, sino que también somos herederos del cielo y de la vida eterna. Segundo, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros para morar dentro de nosotros y hacernos su templo. La limpieza que ocurre en el Bautismo es precisamente para hacernos morada de Dios, para que él pueda habitar en nosotros y nosotros en él, no sólo aquí en este mundo sino para siempre. Y tercero, Dios el Padre se vuelve hacia nosotros, incorporado a través del Bautismo de su Hijo, y dice: “Este es mi Hijo amado, esta es mi hija muy querida, en quién estoy muy complacido”. En el Bautismo, tan lleno como somos con Jesús, el Agua viva y el Espíritu Santo, el fuego purificador, estamos llenos del amor de Dios Padre y se nos hace oportunos complacerlo siempre y desde ahora en adelante.
Hoy, mientras celebramos el Bautismo de Jesús y recordamos nuestra propia incorporación al Bautismo, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, agradecemos al Señor por la misericordia que nos mostró al salvarnos a través del baño de renacimiento y renovación por el Espíritu Santo, y pedimos la gracia de confiar más en su misericordia y que deje que se convierta en el fundamento de nuestra vida. En el Nombre del Padre … Amén.
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