The Church wants her children to always have an attitude of expectation. So she encourages us, during Advent, to take the shepherds for our guides, and imagine ourselves traveling with them, at dead of night, straining our eyes towards that patch of light which streams out from the cave at Bethlehem.
When the Messiah came, few really were expecting him. He came unto his own and his own received him not. [John 1:11] Most people of that time had been blind to what was most essential in their lives.
“Beware,” therefore, Our Lord tells us in today’s gospel, “that your hearts do not become drowsy from partying and drunkenness and the anxieties of daily life, that the day catch you by surprise like a trap”…
The Church reminds us of this with a four week period of preparation, so that we can get ourselves ready to celebrate Christmas once more. And at the same time so that, with the first coming into the world of Jesus, we may be heedful of those other ‘advents’ of God. This holy season is thus a time of preparation and of hope.
If we are aware that our sight is clouded and that we don’t see clearly the radiance emanating from Bethlehem, from the infant Jesus, it is time to rid ourselves of whatever impairs our vision. Now is the time for a specially good examination of conscience and for a thorough interior purification which will befit us to receive and to welcome that expected guest who is God. It is the moment to take note of the things that separate us from Him, to loosen their hold and cast them from us. Our examination, then, should penetrate to the very roots of our actions and scrutinize deep down in our hearts the motives which inspire our actions.
We need to make every effort to maintain this state of alertness, for all of us have a tendency to live with our eyes fixed on the things of the earth. So, St Paul exhorts us to keep our hearts blameless in holiness before our God and Father right up to the coming of our Lord Jesus…
We will remain at the ready if we are attentive to our personal prayer, which enables us to avoid lukewarmness and the dwindling and cooling down of our desire for sanctity. We will be constantly on the alert if we do not become careless and inattentive about those little mortifications which keep us awake to the things of God.
Holy Mary, our dear Heavenly Mother, will help us to improve in this season of Advent. She awaits with hushed recollection the birth of her Son. All her thoughts are directed towards Jesus, who will be born in Bethlehem. At her side it will be easy for us to dispose our souls in such a way that the arrival of Jesus will not find us distracted by other things which have little or no importance in the light of the coming of God. Let us repeat often during the day: Come Lord Jesus! Amen.
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La Iglesia quiere que sus hijos tengamos en todos los momentos de nuestra vida una actitud de espera o expectativa. Por esto nos alienta a que caminemos con los pastores, en plena noche, vigilantes, dirigiendo nuestra mirada hacia aquella Luz que sale de la gruta de Belén.
Cuando el Mesías llegó, pocos realmente lo esperaban. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron. Muchos de aquellos hombres estaban dormidos a las cosas esenciales de la vida.
Por esto, el Señor nos dice en el Evangelio de hoy a que estemos alertas para que los vicios y las preocupaciones no entorpezcan nuestras mentes y que velemos y hagamos oración continuamente.
La Iglesia nos alerta con cuatro semanas de anticipación para que nos preparemos a celebrar de nuevo la Navidad. Además, el recuerdo de la primera venida de Dios hecho hombre hace que estemos atentos a esas otras ‘venidas’ de Dios… Por eso el Adviento es tiempo de preparación y de esperanza.
Si nos damos cuenta que tenemos nublada la vista y no vemos con claridad esa Luz de Jesús que procede de Belén, entonces tenemos que deshacernos de las cosas que nublan nuestros ojos. Es tiempo de hacer un buen examen de conciencia y de mejorar en nuestra pureza interior para recibir a Dios. Es el momento de discernir qué cosas nos separan del Señor y tirarlas muy lejos de nosotros. Este examen debe ir a las raíces mismas de nuestros actos, a los motivos que inspiran nuestras acciones.
Para mantener este estado de espera espiritual es necesario luchar porque nuestra tendencia es vivir con los ojos puestos en las cosas de la tierra. Por esto, San Pablo nos exhorta a conservar nuestros corazones irreprochables ante Dios hasta el día que venga nuestro Señor Jesús.
Para estar alertas necesitamos que la oración personal sea parte integral en nuestras vidas. La oración evita la tibieza y aumenta el deseo de llegar a ser santos. También estamos alertas si hacemos pequeñas mortificaciones, las cuales nos mantienen despiertos para las cosas de Dios.Nuestra dulce Madre, María Santísima, vida, dulzura y esperanza nuestra, nos ayudará a mejorar en este tiempo de Adviento. Ella espera con gran recogimiento el nacimiento de su Hijo. Todos sus pensamientos se dirigen a Jesús, que nacerá en Belén. Junto a ella nos será fácil velar y preparar nuestra alma, para que la llegada del Señor no nos encuentre dispersos en cosas mundanas, que tienen poca o ninguna importancia ante Jesús. Repitamos durante el día frecuentemente: ¡Ven Señor, Jesus! Amen.
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