Christmas is only a few days away. We still have time to prepare our hearts for Our Lord’s coming.
Today’s Gospel focuses on the figure of St. Joseph. He is a special model of strong certain faith, fidelity and commitment to divine invitation.
On this final Sunday of Advent, we hear the angel say to Joseph, “Do not be afraid to take Mary your wife into your home.” Joseph reacts with fear at the thought of taking Mary as a wife. Why fear?
The answer comes to us in the words the Angel of the Lord said to him. He was afraid he wouldn’t be up to the most important task any husband and father was ever given by God the Father: to be the foster father of His Only Begotten Son, now made Flesh in the ever Virgin Mary’s womb.
Joseph, do not be afraid. I will be with you.
Even though the New Testament does not record a single word that St. Joseph spoke. His actions spoke louder than words. He does take the Blessed Virgin into his home. That is, he cares for and protects her through the difficult months of pregnancy – and beyond.
He also names the child. To name expresses authority over, but also responsibility for, another person. St. Joseph, although he was not physically the father of Jesus, was certainly in every other sense the best of dads.
St. Joseph did not shrink from the awesome task. The angel had said to him, “Do not be afraid.” As Matthew informs us, “When Joseph awoke, he did as the angel of the Lord commanded him and took his wife into his home.”
With respect to Jesus, St Joseph watched over him, protected him, taught him a trade, helped in his education. Joseph is called ‘foster father’ but words cannot express the intimate and mysterious relationship which he actually enjoyed with the Son of God. St Joseph was created so as to live out this awe-inspiring responsibility. This was his vocation, the purpose of all the graces which he received.
He is a great Saint because he corresponded in a heroic way to the graces given to him. We should contemplate about how well we are corresponding to the grace in our own vocation in this brief period of time called life.
How do we react to the difficulties in our life of faith? Do we ever doubt God’s support in our struggle to raise a family, to give ourselves generously to God’s requests, to live a commitment of helping more in the parish or in other works of mercy? As we ask ourselves these questions, we hear repeated to us the words of the Angel of the Lord: Do not be afraid.
Lord help us imitate St. Joseph who teaches us how to be faithful to our vocation, and help us make the final preparations to be able to receive the Baby Jesus in the best way possible.
Let us ask for the grace of a most sincere confession. Let us recite often: St Joseph, pray for us.
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La Navidad está a solo unos días. Todavía tenemos tiempo para preparar nuestros corazones para la venida de Nuestro Señor.
El Evangelio de hoy se centra en la figura de San José. Es un modelo especial de fe fuerte, fidelidad y compromiso con la invitación divina.
En este último domingo de Adviento, escuchamos al ángel decirle a José: “No temas llevar a María, tu esposa, a tu casa”. José reacciona con miedo ante la idea de tomar a María como esposa. ¿Por qué temer?
La respuesta nos llega en las palabras que el Ángel del Señor le dijo. Temía no estar a la altura de la tarea más importante que Dios, el Padre le había dado a un esposo y padre: ser el padre adoptivo de Su Hijo Unigénito, ahora hecho carne en el vientre de la Virgen María.
José, no tengas miedo, estaré contigo.
Aunque el Nuevo Testamento no registra una sola palabra que habló San José. Sus acciones hablaron más que sus palabras. Él lleva a la Santísima Virgen a su casa. Es decir, la cuida y la protege durante los meses difíciles del embarazo, y más allá.
También nombra al niño. El nombre expresa autoridad, pero también responsabilidad por otra persona. San José, aunque no era físicamente el padre de Jesús, fue sin duda el mejor de los padres.
San José no retrocedió ante la tarea asombrosa. El ángel le había dicho: “No tengas miedo”. Como nos informa Mateo: “Cuando José despertó, hizo lo que el ángel del Señor le ordenó y llevó a su esposa a su casa”. Con respecto a Jesús, San José lo cuidó, lo protegió, le enseñó un oficio, lo ayudó en su educación. José se llama “padre adoptivo”, pero las palabras no pueden expresar la relación íntima y misteriosa que realmente disfrutó con el Hijo de Dios. San José fue creado para vivir esta responsabilidad imponente. Esta era su vocación, el propósito de todas las gracias que recibió.
Es un gran santo porque correspondía de manera heroica a las gracias que se le dieron. Deberíamos contemplar qué tan bien estamos correspondiendo con la gracia en nuestra propia vocación en este breve período de tiempo llamado vida.
¿Cómo reaccionamos a las dificultades en nuestra vida de fe? ¿Alguna vez dudamos del apoyo de Dios en nuestra lucha por criar una familia, entregarnos generosamente a las peticiones de Dios, vivir un compromiso de ayudar más en la parroquia o en otras obras de misericordia? Mientras nos hacemos estas preguntas, escuchamos que nos repiten las palabras del Ángel del Señor: no tengas miedo.
Señor, ayúdanos a imitar a San José, que nos enseña a ser fieles a nuestra vocación, y ayúdanos a hacer los preparativos finales para poder recibir al Niño Jesús de la mejor manera posible.
Pidamos la gracia de una confesión más sincera. Recitemos a menudo: San José, ruega por nosotros.
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