Pentecost Sunday

On Pentecost Sunday, the Holy Spirit worked a miracle in each of the apostles. We experience the Holy Spirit’s great love and wisdom for us in a special way the more we become aware of the fact that we live surrounded by God’s gifts. Everything we have that is good, all our spiritual and bodily qualities, and countless other gifts, all of them are God’s gifts to make us happy in this life and for all eternity in heaven.

But it was first and foremost in baptism that God the Father filled us with His innumerable gifts. He erased the stain of original sin from our souls. He enriched us with the gift of sanctifying grace, by which he made us sharers in his own divine life, and he made us his sons and daughters. He also made as members of the Church.

Along with sanctifying grace, God adorned our soul with the supernatural virtues and the gifts of the Holy Spirit. This past week at daily Mass we went over, in greater detail, how the Holy Spirit works with us through the gifts he gives us. In brief, let me say that the infused Theological Virtues received at Baptism, along with the seven Gifts of the Holy Spirit received at Confirmation, give us the power or capacity of acting in a supernatural way, of judging the world and events from a higher point of view–that of faith–and of behaving as true children of God. They give us the power of knowledge of knowing God intimately, of loving him as he loves himself and of performing actions which are meritorious for eternal life.

The following example shows how the Holy Spirit would like to work in our souls:

Our bodies are like a perfectly tuned piano.

Our Soul is the pianist; now, before baptism, the soul is barely able to play an elementary tune.

After Baptism, the soul full of sanctifying grace…, is assisted by the Holy Spirit our interior teacher and guide. He enables the soul to play a tune never before heard…, music so beautiful as to make God smile… So does the Holy Spirit want to do in each of our actions… at work, school, when shopping and so forth.

The same Holy Spirit who filled the apostles on Pentecost is about to come down here in this Church. We are in the midst of the Upper Room, where Jesus gives himself to us in Holy Communion, where the Holy Spirit himself comes down. If we wish to leave this Upper Room and carry out our mission as the Apostles of our own day, let us beg the Holy Spirit to fill us with tongues of fire, so that with passion, love and great courage, we might bring the Gospel out to our world which so desperately needs to embrace it.

Come, Holy Spirit, Fill the Hearts of your faithful and kindle in them the fire of your love! Amen.

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El domingo de Pentecostés, el Espíritu Santo hizo un milagro en cada uno de los apóstoles. Así entonces, experimentamos el gran amor y la sabiduría del Espíritu Santo por nosotros de una manera especial a medida que nos damos cuenta del hecho de que vivimos rodeados de los dones de Dios. Todo lo que tenemos es bueno, todas nuestras cualidades espirituales y corporales, y muchos otros dones, son regalos de Dios para hacernos felices en esta vida y en el cielo, para toda la eternidad.

Pero fue en el Bautismo que Dios, el Padre, nos llenó con sus dones innumerables. Él borró la mancha del pecado original de nuestras almas. Nos enriqueció con el don de la gracia santificadora, mediante el cuál nos hizo partícipes de su propia vida divina, y nos hizo sus hijos e hijas. Él también nos hizo miembros de la Iglesia.

Junto con la gracia santificadora, Dios adornó nuestra alma con las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo. La semana pasada, en la misa diaria, repasamos, con mayor detalle, cómo el Espíritu Santo trabaja con nosotros a través de los dones que nos da. En resumen, permítanme decir que las virtudes teológicas infundidas que se recibieron en el Bautismo, junto con los siete dones del Espíritu Santo que se recibieron en la Confirmación, nos dan el poder o la capacidad de actuar de una manera sobrenatural, de juzgar el mundo y los eventos desde un punto de vista superior, el de la fe, y de comportarnos como verdaderos hijos de Dios. También nos dan el poder de conocer a Dios íntimamente, de amarlo como se ama a sí mismo y de realizar acciones que merecen la vida eterna.

El siguiente ejemplo muestra cómo le gustaría al Espíritu Santo obrar en nuestras almas:

Nuestros cuerpos son como un piano perfectamente afinado.

Nuestra alma es el pianista; ahora, antes del Bautismo, el alma apenas podía tocar una melodía elemental.

Después del Bautismo, el alma llena de gracia santificadora … es asistida por el Espíritu Santo, nuestro maestro y guía interior. Él permite que el alma toque una melodía nunca antes escuchada …, música tan hermosa como para hacer sonreír a Dios … Así es lo que el Espíritu Santo quiere hacer en cada una de nuestras acciones … en el trabajo, la escuela, las compras, etc.

El mismo Espíritu Santo que llenó a los apóstoles en Pentecostés está por venir aquí a esta Iglesia. Estamos en medio de la Sala Superior, donde Jesús se entrega a nosotros mismos en la Santa Comunión, donde el Espíritu Santo mismo desciende. Si deseamos salir de este aposento alto y llevar a cabo nuestra misión como los apóstoles de nuestros días, roguemos al Espíritu Santo que nos llene con lenguas de fuego para que, con pasión, amor y gran valor, podamos llevar el Evangelio a nuestro mundo que tan desesperadamente necesita abrazarlo.

¡Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor! Amén.