top of page

Second Sunday of Advent

Here is the reflection I gave this past Tuesday of the 1st week of Advent.

We long to know Christ better. How we yearn to understand a little more about God and his infinite love! Our small intellects can barely lay hold of any notion or attribute of the Divine Persons. Even if we were to study long hours, we would come to the conclusion that our learning is nothing. True knowledge of Christ and of God doesn’t come by learning from books. True knowledge of Christ and of God is revealed to those who learn to quiet their souls in prayer. We need to imitate the resourceful little child who falls on the ground and then runs to his mother to be scooped up in a loving embrace. If we can remember our littleness on one hand and God’s pure, loving benevolence on the other, we’ll permit—even delight in—his wiping away from our faces the blood and tears caused by our sins. Only when we surrender ourselves into God’s forgiving, tender hands can we say that we know him.

Jesus, we don’t ask for great understanding or knowledge. Help us to accept with the simplicity and trust of a child all that you want to do in each of us. We don’t ask for great insight into the depths of your divine attributes. We just want to grow in friendship with you, and we know that means we need an unshakeable confidence in your infinite love for us. We want to allow you to love us and direct us according to your good will. Amen.

Acá tenemos la reflexión que dije el martes pasado de la primera semana de Adviento.

Anhelamos conocer mejor a Cristo. ¡Cómo anhelamos entender un poco más acerca de Dios y su amor infinito! Nuestros pequeños intelectos apenas pueden dominar cualquier noción o atributo de las personas divinas. Incluso si tuviéramos que estudiar largas horas, llegaríamos a la conclusión de que nuestro aprendizaje no es nada. El verdadero conocimiento de Cristo y de Dios, no se aprende de los libros. El verdadero conocimiento de Cristo y de Dios se revela a quiénes aprenden a calmar sus almas en oración. Necesitamos imitar al niño pequeño e ingenioso que cae al suelo y luego corre hacia su madre para ser envuelto en un abrazo amoroso. Si podemos recordar nuestra pequeñez por un lado y la benevolencia pura y amorosa de Dios por el otro, podremos, incluso deleitarnos, borrar su rostro de la sangre y las lágrimas causadas por nuestros pecados. Sólo cuando nos entregamos a las manos tiernas de Dios que nos perdonan, podemos decir que lo conocemos.

Jesús, no pedimos una gran comprensión o conocimiento. Ayúdanos a aceptar con la sencillez y la confianza de un niño todo lo que deseas hacer en cada uno de nosotros. No pedimos una gran comprensión de las profundidades de sus atributos divinos. Sólo queremos crecer en amistad con usted, y sabemos que eso significa que necesitamos una confianza inquebrantable en su amor infinito por nosotros. Queremos permitirle que nos ame y nos dirija de acuerdo con su buena voluntad. Amén.

Comentarios


bottom of page