The last few weeks we’ve been reading once again from the sermon on the mount. This is familiar material. Great benefit can be received by meditating on these teachings each year. It can help heal our brokenness.
The very first words of Jesus in His public ministry were a call to conversion: “Repent, for the kingdom of heaven is at hand” (Matthew 4:17). It is a call that each of us must answer, for we must all humbly admit that we are sinners and are therefore spiritually sick. Saint John Paul II called Marian sanctuaries “spiritual clinics” where sinners go to be healed. We can all go to our Lady for healing. As we follow Jesus in His preaching, especially when He speaks of conversion, and as we follow our Lady, the first and greatest disciple of Jesus, we become aware of what they both long for most: the salvation of souls, each and every one, including yours and mine.
In imitation of the Blessed Virgin Mary, let us ask for the grace to listen attentively to Jesus and to put into practice His words. “Not every one who says to me, ‘Lord, Lord’, shall enter the kingdom of heaven, but he who does the will of my Father who is in heaven “ (Matthew 7:21).
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Las últimas semanas hemos estado leyendo una vez más el sermón en el monte. Este es un material familiar. Podemos recibir grandes beneficios meditando cada año de estas enseñanzas para ayudar a sanar nuestro quebranto.
Las primeras palabras de Jesús en su ministerio público fueron un llamado a la conversión: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Es un llamado que cada uno de nosotros debe responder, porque todos debemos admitir humildemente que somos pecadores y, por lo tanto, espiritualmente enfermos. San Juan Pablo II llamó a los santuarios marianos “clínicas espirituales” donde los pecadores van a ser sanados. Todos podemos ir a nuestra Señora para sanar. Al seguir a Jesús en su predicación, especialmente cuando habla de conversión, y mientras seguimos a nuestra Señora, la primera y más grande discípula de Jesús, nos damos cuenta de lo que ambos anhelan más: la salvación de las almas, todas y cada una , incluída la tuya y la mía.
A imitación de la Santísima Virgen María, pidamos la gracia de escuchar atentamente a Jesús y poner en práctica sus palabras. “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).
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