top of page

Third Sunday in Ordinary Time

One of the things today’s readings teach us about is that this fleeting world is just a stop on the way to a greater and better one that will last forever. If we get bogged down in the things of this passing world, we’ll pass away with them. The key to avoiding this is spiritual detachment.

In today’s First Reading the prophet Jonah begrudgingly warns the people of Nineveh that if they don’t repent of their sins, they’ll be destroyed. The Ninevites were enemies of Israel, which is why Jonah did not want them to be saved, but the Lord did. The Ninevites didn’t even worship the Lord, but they believed he would follow through on his warning. They expressed their sorrow for whatever they had done wrong, and the Lord spared them. Repentance is the first step of conversion. Our Lord at the start of his public ministry, which we recall in today’s Gospel invited people to “Repent, and believe in the gospel.” Paul in today’s Second Reading reminds us that if we get stuck on the things of this world, we will pass away just like them.

Think about it: the Christian life implies a healthy detachment from the things of this world. Detachment is not the same as renunciation. It’s not always about giving things up; instead, it is about using them properly to help you from here to eternity. It means relationships that don’t separate you from your most important relationship: with God. It means not letting sorrow drive you to despair and self-destruction, spiritual or otherwise. It means not being so superficial and goofy in the light of your duties that you let down the Our Lord or anyone else. It means purchasing what you need, not necessarily what you want, resisting the itch of consumerism or keeping up with the neighbors. It means, in short, not treating this world as if it is the be all and end all of things, but as something to help you live happily one day in Heaven.

John the Baptist had preached repentance, like Jonah, and was now under arrest. Our Lord goes beyond Jonah, starting at Galilee: he not only preached repentance, but the Gospel, the Good News able to not just forgive believers, but to transform them and transform the world. He intends that message to reach the whole world.

One thing that might help us is to do an anxiety audit. One of the most common obstacles to silent prayer is distraction, and distraction number one is worry. Our worries reveal our attachments and the areas in which we can practice more spiritual detachment. Take some quiet time this week in prayer and just see what worries come immediately to mind. Jot them down. With list in hand, take each worry to prayer and ask Our Lord to help you see where more trust and detachment are needed.

As we prepare now to receive Jesus, whose kingdom is at hand, we ask him to strengthen us all to preach the Gospel of Life, to work for its implementation in our country, and to live it. He wouldn’t be calling us to be heralds of the Gospel of life unless he knew that we, strengthened by Him, were fit for the task! May God bless us all. Amen.

Una de las cosas que nos enseñan las lecturas de hoy es que este mundo fugaz es solo una parada en el camino hacia uno más grande y mejor que durará para siempre. Si nos empantanamos en las cosas de este mundo pasajero, moriremos con ellas. La clave para evitar esto es el desapego espiritual.

En la Primera Lectura de hoy, el profeta Jonás advierte a regañadientes a la gente de Nínive que si no se arrepienten de sus pecados, serán destruidos. Los ninivitas eran enemigos de Israel, por lo que Jonás no quería que se salvaran, pero el Señor sí. Los ninivitas ni siquiera adoraban al Señor, pero creían que él cumpliría su advertencia. Expresaron su pesar por todo lo que habían hecho mal, y el Señor los perdonó. El arrepentimiento es el primer paso de la conversión. Nuestro Señor al comienzo de su ministerio público, que recordamos en el Evangelio de hoy, invitó a las personas a “Arrepentirse y creer en el Evangelio”. Pablo en la segunda lectura de hoy nos recuerda que si nos atascamos en las cosas de este mundo, moriremos como ellos. Pensemos : la vida cristiana implica un desprendimiento sano de las cosas de este mundo. El desapego no es lo mismo que la renuncia. No siempre se trata de renunciar a las cosas; en cambio, se trata de usarlos correctamente para ayudarte desde aquí hasta la eternidad. Significa que las relaciones no te separan de tu relación más importante: con Dios. Significa no dejar que el dolor te lleve a la desesperación y la autodestrucción, espiritual o de otro tipo. Significa no ser tan superficial y tonto a la luz de sus deberes como para decepcionar a Nuestro Señor o a cualquier otra persona. Significa comprar lo que necesitas, no necesariamente lo que quieres, resistir el picor del consumismo o mantenerse al día con los vecinos. Significa, en resumen, no tratar este mundo como si fuera el todo y el fin de todas las cosas, sino como algo que te ayude a vivir feliz un día en el cielo. Juan el Bautista había predicado el arrepentimiento, como Jonás, y ahora estaba bajo arresto. Nuestro Señor va más allá de Jonás, comenzando por Galilea: no solo predicó el arrepentimiento, sino el Evangelio, la Buena Nueva capaz no solo de perdonar a los creyentes, sino de transformarlos y transformar el mundo. Teniendo la intención de que ese mensaje llegue a todo el mundo. Una cosa que podría ayudarnos es hacer una auditoría de ansiedad. Uno de los obstáculos más comunes para la oración en silencio es la distracción, y la distracción número uno es la preocupación. Nuestras preocupaciones revelan nuestros apegos y las áreas en las que podemos practicar más desapego espiritual. Tómate un momento de tranquilidad esta semana en oración y observa qué preocupaciones te vienen inmediatamente a la mente. Anótalas. Con la lista en la mano, lleva cada preocupación a la oración y pídele a Nuestro Señor que te ayude a ver dónde se necesita más confianza y desapego. Mientras nos preparamos ahora para recibir a Jesús, cuyo reino está cerca, le pedimos que nos fortalezca a todos para predicar el Evangelio de la vida, trabajar por su implementación en nuestro país y vivirlo. ¡No nos llamaría a ser heraldos del Evangelio de la vida a menos que supiera que nosotros, fortalecidos por Él, somos aptos para la tarea! Que Dios nos bendiga a todos. Amén.

Comments


bottom of page