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Third Sunday of Easter

Let us continue to explore what we found in the weekday readings during the Easter octave. On this beautiful Easter Monday of the octave of Easter, we encounter a huge contrast in the readings about how to respond to the startling fact of Jesus’ resurrection. Last week we saw how some of the people mentioned in the Gospel responded in a negative way to the news of the Resurrection of Jesus.

There are some who deny the resurrection saying that Jesus had just risen from the dead in the disciples’ hearts, as a thing of faith. St. Paul responded very sharply to these ideas that were prevalent in ancient Corinth. If Christ didn’t rise from the dead then our faith is worthless. It’s all based on a lie. There are others who, while not denying the fact of the resurrection, want to deny its consequences. They don’t want to live with the Risen Jesus. They choose to remain down in the dumps. They choose not to seek the things that are above with the Risen and living Jesus, as we heard St. Paul urge the Colossians Easter morning, instead choosing the things of sin and death. We need to be alert to these signs even in ourselves, that there are parts of us that want to deny the power of Jesus’ resurrection because we prefer not to be transformed in the dramatic way that the resurrection transformed Jesus’ dead body!

Pope Francis wrote in his apostolic exhortation The Joy of the Gospel that many Catholics behave as if life is a long Lent without Easter, as if they’re perpetually returning from a funeral. Not even the fact of Jesus’ resurrection can brighten their day because they prefer to focus their attention and live in darkness and in death. There are also other Catholics, far more common, who likewise don’t live in practical denial of the Resurrection, who don’t behave as if they’re perpetually returning from the cemetery, but who don’t comport themselves as if their life is much influenced by the reality of the Resurrection. To that extent Easter is a transformative experience for them in so far as it means mainly that they can eat chocolate or drink wine and beer again after the Lenten Season! It doesn’t mean that they have been changed at their core.

One of the questions I always ask myself is how would I behave today if today were the day of Jesus’ physical resurrection. Would the various challenges I’m facing today really seem all that daunting if I encountered Jesus Christ come to me from the tomb? Most of our lives would change dramatically if today we encountered Jesus Christ as they did 2000 years ago on the day of the Resurrection. That’s the type of transformation we are supposed to experience because the risen Lord Jesus is still very much alive and seeks to come to meet us every day. Rather than people perpetually returning from a funeral or from the various mundane tasks and pleasures, Christians should be people who seem always to be conscious of presence of the Risen Lord! (will be continued)

Continuemos explorando lo que encontramos en las lecturas del día de la semana, durante la octava de Pascua. En este hermoso lunes de la octava de Pascua, vemos un gran contraste en las lecturas sobre cómo responder al hecho sorprendente de la resurrección de Jesús. La semana pasada vimos cómo algunas de las personas mencionadas en el Evangelio respondieron de manera negativa a las noticias de la resurrección de Jesús.

Hay algunos que niegan la resurrección diciendo que Jesús acababa de resucitar de entre los muertos en los corazones de los discípulos, tal como algo de fe. San Pablo respondió muy enérgicamente a estas ideas que prevalecían en el Antiguo Corinto. Si Cristo no resucitó de entre los muertos, entonces nuestra fe no vale nada. Todo está basado en una mentira. Hay otros que, aunque no niegan el hecho de la resurrección, quieren negar sus consecuencias. No quieren vivir con Jesús resucitado. Eligen quedarse en un lugar desagradable. Eligen no buscar las cosas que están arriba con un Jesús resucitado y vivo, como cuando escuchamos a San Pablo instar en la mañana de Pascua de los Colosenses, en lugar de elegir las cosas del pecado y la muerte. ¡Debemos estar alertas a estas señales incluso en nosotros mismos, porque hay partes de nosotros que quieren negar el poder de la resurrección de Jesús porque preferimos no ser transformados de la manera dramática en que la resurrección transformó el cuerpo muerto de Jesús!

El Papa Francisco escribió en su exhortación apostólica “La alegría del Evangelio” que muchos católicos se comportan como si la vida fuera una Cuaresma sin Pascua, como si regresaran perpetuamente de un funeral. Ni siquiera el hecho de la resurrección de Jesús puede alegrar su día porque prefieren enfocar su atención y vivir en la oscuridad y en la muerte. También hay otros católicos, mucho más comunes, que no viven en la negación práctica de la Resurrección, que no se comportan como si estuvieran regresando perpetuamente del cementerio, pero que no se comportan como si su vida estuviera influída por la realidad de la resurrección. Hasta ese punto, la Pascua es una experiencia transformadora para ellos en la medida en que significa principalmente que pueden comer chocolate o beber vino y cerveza nuevamente después de la temporada de Cuaresma. No significa que hayan sido cambiados en su núcleo.

Una de las preguntas que siempre me pregunto es cómo me comportaría hoy, si fuera el día de la resurrección física de Jesús. ¿Los diferentes desafíos a los que me enfrento hoy realmente parecerían tan desalentadores si me encontrara con Jesucristo desde la tumba? La mayoría de nuestras vidas cambiaría dramáticamente si hoy nos encontraramos con Jesucristo como lo hicieron hace 2000 años en el día de la Resurrección. Ese es el tipo de transformación que se supone que debemos experimentar porque el Señor Jesús resucitado todavía está muy vivo y busca reunirse con nosotros todos los días. ¡En lugar de que las personas regresen perpetuamente de un funeral o de las diversas tareas y placeres mundanos, los cristianos deben ser personas que parecen estar siempre conscientes de la presencia del Señor resucitado! (Continuará)

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